El Cristianismo en Marcha: El Libro de los Hechos
Lección 1
“EL LIBRO DE LOS HECHOS”
Antes de comenzar esta lección, lea con cuidado Hechos 1:1-26.
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
En su providencia, Dios nos ha revelado en la Biblia todo lo que se necesita para entrar y permanecer en la debida relación con Él. Su Palabra no es un rompecabezas escrito solamente para mentes privilegiadas. Más bien, la voluntad divina se presenta en forma tan clara que cualquier persona que la estudia con el deseo de aprender (en vez de sólo buscar argumentos para apoyar opiniones o preconceptos personales) no tendrá la menor dificultad en comprender lo que Dios requiere. Si la estudiamos con humildad, Él abrirá nuestro entendimiento para que podamos recibir el mensaje salvador en su plenitud.
Tenga presente que este curso no pretende eliminar la necesidad de estudiar la Biblia directamente. Al contrario, no hay nada escrito por los hombres que pueda reemplazar lo que Dios nos comunica por medio de su Palabra. Más bien, la intención de este curso es orientar y animar al estudiante para que vuelva a la fuente, la Biblia, porque es en ella donde se encuentra el poderoso mensaje divino sin distorsiones y en toda su hermosa simplicidad. Por eso, no se puede aprovechar al máximo este estudio sin leer y meditar con tranquilidad y cuidado todos los pasajes bíblicos mencionados. No es ningún mérito terminar las lecciones en tiempo récord, sino que tal apuro puede ser contraproducente. Por la trascendencia de su contenido, la Biblia merece un estudio cuidadoso, para no pasar por alto enseñanzas sumamente importantes para el bienestar espiritual.
Conviene señalar desde el comienzo ciertas características generales del libro de los Hechos. Por ejemplo, no es un libro en el que predomina la contemplación, sino la acción, porque es un relato histórico. En vez de presentar el mensaje divino de una manera teórica, lo comunica como lo vivieron los primeros creyentes. En cuanto a su temática, el libro de los Hechos es muy actual y vigente, porque trata el problema espiritual básico del hombre: cómo lograr tener paz y comunión con el Creador. Documenta detalladamente cómo varios individuos y grupos, en la primera generación de la iglesia, llegaron a ser convertidos en hijos de Dios.
Teniendo en cuenta la eternidad de nuestro espíritu, es de vital importancia que todos nosotros experimentemos esa misma adopción divina, pero ¿cómo podemos saber con certeza si realmente hemos sido perdonados por Dios e incorporados a su familia? Tanto las opiniones de los otros como lo que sentimos dentro de nosotros mismos puede ser demasiado incierto y engañoso para juzgar un asunto tan importante como el del destino espiritual. Por eso, la única manera inequívoca de determinar si Dios nos ha aceptado como hijos suyos, es averiguar por medio de Su Palabra si hemos cumplido exacta y completamente sus condiciones de salvación. Porque es en base a su Palabra que todos seremos finalmente juzgados (Juan 12:48).
Aquí se ve uno de los valores principales del libro de los Hechos: muestra muy claramente por medio de ejemplos la obediencia que Dios pide de los que quieren ser sus hijos. Desgraciadamente, el hombre muchas veces subestima la necesidad de una obediencia completa, y así abusa de la misericordia de Dios, diciendo que Él no condenará a nadie a causa de “detalles triviales”. No es que a Dios le falte misericordia, porque sabemos que nos ha otorgado la oportunidad de lograr su perdón y la vida eterna. Pero, al mismo tiempo, no nos ha dejado dudas ni opciones en cuanto a cómo obtenerlos, sino que ha especificado por medio de su Palabra las condiciones que exige, ninguna de las cuales es trivial ni prescindible. Ya es una enorme muestra de generosidad que Dios nos ofrezca la salvación gratuita, como para pedirle además el favor de aceptarla en nuestros propios términos y no en los suyos. Por eso, debemos conocer a fondo el libro de los Hechos para saber explicita y definitivamente cómo se llega a ser hijo de Dios.
En fin, este curso se basa en dos presuposiciones fundamentales: 1) por acción del Espíritu Santo, el mensaje de salvación se comunicó fiel y completamente en los días apostólicos, y se preserva intacto hasta el día de hoy en la Biblia, y 2) Dios es constante y todavía ofrece su perdón bajo las mismas condiciones que se cumplieron en las conversiones registradas en el libro de los Hechos. Por consiguiente, esas conversiones tienen un valor muy superior a un mero interés histórico. Son los patrones para la actualidad. Ya que no tenemos el derecho de suprimir ni modificar la voluntad divina, debemos estudiar la obediencia de los primeros cristianos con todo cuidado, y luego reproducirla en nuestra propia vida.
Para conseguir uniformidad, las citas bíblicas del curso son tomadas de una sola versión: la de Reina y Valera (revisión de 1960) distribuida por las Sociedades Bíblicas Unidas. Pero la selección fue arbitraria, salvo los mínimos requisitos de que sea una versión conocida y de amplia difusión y aceptación, y que contenga los dos Testamentos. Por lo general, la mayor diferencia entre las distintas versiones de la Biblia es el nivel del vocabulario, no la exactitud del mensaje básico de cómo lograr la vida eterna. Algunos estudiantes prefieren el estilo poético de las versiones antiguas. En cambio, a otros les gustan las versiones más actualizadas porque emplean un lenguaje común y corriente que les resulta más fácil de entender. Otros eligen su Biblia en base a que sea “católica” o “protestante”. En este estudio, usted puede usar la versión que le guste más, con igual provecho, pues EL CRISTIANISMO EN MARCHA es para cualquier individuo: católico, evangélico o el que no tiene vinculación con ninguna religión.
RESUMEN DEL NUEVO TESTAMENTO
Hay un orden natural en la manera en que fueron dispuestos los libros del Nuevo Testamento, como nos indica el siguiente resumen:
1. Los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas, Juan). Estos libros describen la misión terrenal de Jesús, relatando principalmente lo que él hacía y enseñaba durante los tres años que transcurrieron entre su bautismo y su ascensión. Jesús, la Palabra divina hecha carne, reveló cómo es Dios y cómo deberían ser los hombres, señalando la necesidad de reconciliarse con Dios y sirviendo como instrumento de tal fin. Los Evangelios no son simplemente una crónica, ni tampoco una mera biografía, porque la historia de Jesús no es algo que pertenece al pasado, sino que es una realidad viviente, presente y actuante.
2. La historia de la Iglesia (Hechos). Poco antes de ascender a los cielos, Jesucristo dijo a sus discípulos que fueran a predicar el mensaje de salvación a todo el mundo (Mateo 28:19; Marcos 16:15-16). El libro de los Hechos registra el contenido y los resultados de esa predicación. Por medio de varios episodios de conversión, muestra la manera en que recibe la salvación y la categoría de miembro de la familia de Dios. Este libro ha sido llamado con razón “el libro de las conversiones”.
El libro de los Hechos abarca los primeros treinta años de la vida de la iglesia, sirviendo de puente histórico entre los Evangelios y las cartas a los cristianos. También es imprescindible para conocer al apóstol Pablo, a quien no se menciona en los Evangelios. Pablo, además de escribir casi la mitad de los libros del Nuevo Testamento, desempeñó un papel prominente en la propagación del cristianismo en el imperio romano. El libro de los
Hechos, al relatar ese importantísimo trabajo evangelizador de Pablo, suministra el contexto histórico de las epístolas paulinas, facilitando su comprensión y confirmando la validez de la autoridad apostólica que las respalda.
3. Las cartas a los cristianos. (Romanos hasta Judas). La mayoría de estas epístolas son del apóstol Pablo. Su finalidad es la de orientar a los conversos en la vida cristiana. Enseñan cómo deben ser las relaciones de los cristianos entre sí, con Cristo y con el mundo.
4. La profecía (Apocalipsis). Este libro del apóstol Juan revela el futuro, hablando del triunfo final del pueblo de Dios, y del galardón que lo espera.
EL TITULO
El nombre de “Hechos de los Apóstoles” no fue dado por inspiración. Algunos manuscritos griegos llevan sólo el nombre de “Hechos”; otros el de “Los Hechos”. El título de “Hechos de los Apóstoles” puede llevar a alguien a pensar que el libro trata de todas las actividades de todos los apóstoles, pero la verdad es que el libro no es, ni pretende ser, un registro exhaustivo de la obra apostólica. Más bien, relata algunos hechos clave de ciertos apóstoles y de otros cristianos del primer siglo.
Este libro contiene principalmente una narración de las actividades evangelizadoras de Pedro y de Pablo. Como Pedro y Pablo fueron los principales actores del fascinante drama de los primeros años de la iglesia, el libro de los Hechos se puede dividir en dos partes: (1) Hechos de Pedro: capítulos 1-12, y (2) Hechos de Pablo: capítulos 13-28.
EL AUTOR
El Espíritu Santo utilizó personalidades y talentos literarios humanos para registrar en la Biblia el mensaje que Dios quiere comunicar al hombre. Se cree que en el caso del libro de los Hechos, el Espíritu usó a Lucas como su instrumento. El libro está dirigido a Teófilo, la misma persona a quien el autor ya había mandado un primer tratado. Del hecho de que el Evangelio según Lucas también esté dirigido a Teófilo, se deduce que Lucas escribió el libro de los Hechos, que es una continuación de la historia que había iniciado en su Evangelio (compare Lucas 1:1-3 con Hechos 1:1).
Lucas está mencionado por su nombre solamente tres veces en el Nuevo Testamento (Colosenses 4:14; Filemón 24; II Timoteo 4:11), por donde sabemos que: era médico, se contaba entre los más apreciados amigos y colaboradores de Pablo, y era gentil (hasta donde sabemos, el único entre todos los escritores del Nuevo Testamento).
El autor del libro de los Hechos era compañero de viaje de Pablo y, por consiguiente, un testigo presencial de muchos de los acontecimientos que relata. Note el uso de la primera persona del plural (“nosotros”) en Hechos 16:10-17; 20:5-15; 21:1-18; 27:1-20; 28:11-16, que indica la presencia del autor.
LA EPOCA Y EL LUGAR EN QUE FUE ESCRITO El libro de los Hechos termina en el segundo año de la prisión de Pablo en Roma (Hechos 28:30). Esto ocurre probablemente en el año 63 d.C., y puede ser determinado de la siguiente manera:
Festo llegó a ser gobernador romano de la provincia de Judea, sucediendo a Félix, en el ano 60 d.C. Uno de sus primeros deberes oficiales fue el de tomar una decisión con respecto a Pablo, que estaba preso desde hacía dos años (Hechos 24:27). Cuando Pablo pidió que su caso fuera escuchado por el Emperador, derecho que tenía como ciudadano romano, Festo determinó que fuera llevado a Roma (Hechos 25:11-12). Así, a fines del otoño, Pablo inició su viaje a Roma. Una tempestad hundió el navío en que viajaba, pero él y sus compañeros consiguieron llegar a tierra, en la isla de Malta (Hechos 27 y 28). Allí pasaron tres meses de invierno y tomaron entonces otro navío que nuevamente los llevaría camino a Roma, en la primavera del año 61 d.C. (Hechos 28:30).
Desde el momento en que no se menciona nada más con respecto a Pablo y a su sentencia, se supone que el libro de los Hechos fue completado después de los dos años de prisión, pero antes del juicio en Roma. Si el juicio de Pablo ya hubiera estado terminado cuando Lucas concluyó el libro de los Hechos, es inconcebible que no lo mencionara, cualquiera hubiera sido la sentencia. La única conclusión racional es que Lucas escribió las últimas palabras del libro de los Hechos antes de que el caso de Pablo hubiera sido escuchado por el Emperador, es decir, alrededor del año 63 d.C.
En Hechos 28:16 Lucas menciona su llegada a Roma. Como él no hace referencia a su salida de la ciudad, se supone que escribió el libro allí.
EL PROPOSITO DEL LIBRO DE LOS HECHOS
El propósito principal del libro de los Hechos no puede ser determinado aislándolo del propósito del Evangelio según Lucas, porque Lucas concibió y compuso esos dos libros como partes integrantes de una única obra. Sólo hacia el año 150 d.C., cuando los cristianos reunieron los cuatro Evangelios en un mismo volumen, las dos partes de la obra de Lucas quedaron separadas.
No es necesario especular con respecto al propósito de la obra total, porque el autor mismo expone explícitamente su intención en Lucas 1:1-4: quería dar a Teófilo un relato ordenado del origen y de la expansión del cristianismo, para que supiera que la fe cristiana no resultó del azar ni del designio humano, sino de la acción divina. En efecto, en el libro de los Hechos se ve que la predicación de la Palabra de Dios por los hombres, y el consecuente nacimiento, desarrollo y expansión de la iglesia, fueron resultados de la acción del Espíritu Santo. Por lo tanto, otro título apropiado para el libro sería “Hechos del Espíritu Santo”.
El valor de este libro va mucho más allá del simple interés histórico sobre cómo el cristianismo penetró en el mundo del primer siglo. Por medio de los apóstoles, Dios proclamó una vez y para siempre su voluntad para con los hombres. Por eso, el libro de los Hechos es una fuente de información imprescindible para instruirnos acerca de la salvación y la iglesia.
El libro de los Hechos muestra que los que recibieron el perdón de los pecados lo hicieron cumpliendo al pie de la letra las condiciones de salvación especificadas por el Espíritu Santo mismo. Ya que Dios no ha variado las condiciones de perdón desde los días apostólicos, los que pretendemos guiar a otros por el camino de la salvación, tenemos el deber de orientarlos según los modelos registrados por Lucas.
Las personas que creen que han recibido la salvación, deben comparar el proceso por el cual la han recibido con esos modelos, para saber si han procedido exactamente de la manera indicada por Dios. Si su propia conversión ha seguido los mismos pasos que se ven en las conversiones del libro de los Hechos, usted puede quedarse tranquilo; pero si hay diferencias, el camino más seguro será volver a las Escrituras con la intención de imitar los ejemplos allí registrados.
Al reconocer la importancia del libro de los Hechos, vemos que es lamentable que muchas personas ignoren sus enseñanzas, por descuido o voluntariamente.
RESUMEN DEL LIBRO DE LOS HECHOS
La clave de este libro se encuentra en Hechos 1:8. Este versículo es como un bosquejo del libro. Fue en esa ocasión cuando Jesús les dio a sus apóstoles la responsabilidad de difundir el evangelio (1) en Jerusalén, (2) en Judea y Samaria, y (3) en el resto del mundo. El libro de los Hechos muestra el trabajo de los apóstoles a medida que este plan de evangelización se desarrolla, como lo demuestra el siguiente resumen del libro:
1. Origen, progreso y dispersión de la iglesia en Jerusalén (Hechos 1:1-8:4).
2. Difusión del evangelio en Judea y Samaria (Hechos 8:5-12:25).
3. Difusión del evangelio en el resto del mundo (Hechos 13:1-28:31).
INTRODUCCION A LA NARRACION
(Lea Hechos 1:1-5). El “primer tratado” aquí mencionado, es el tercer libro del Nuevo Testamento (Lucas 1:1-4), en el cual Lucas registró la vida, muerte y resurrección de Cristo. El libro de los Hechos es una continuación de esta historia. Los dos libros están dirigidos a Teófilo, cuyo nombre significa “aquél que ama a Dios”.
La resurrección de Jesús es el punto de partida de la narración. Sus apariciones después de la resurrección se repitieron por un período de cuarenta días, habiendo sido acompañadas por diversas pruebas y por enseñanzas sobre el Reino de Dios (Mateo 28:1-10; Lucas 24:13-43; Juan 20:11-21:14).
El hecho de que Cristo estaba realmente vivo quedó demostrado por lo siguiente: (1) los apóstoles no esperaban que él resucitara (Lucas 24:1-11; Juan 20:25), de manera que sus apariciones no fueron visiones provocadas por la ansiedad de aquellos hombres; (2) por otra parte, les hubiera resultado imposible engañarse con respecto al aspecto de alguien que había convivido con ellos por casi tres años; (3) al mismo tiempo, él se apareció a un número suficientemente grande de personas como para evitar la posibilidad de engaño, y sus apariciones se repitieron por más de un mes (1 Corintios 15:1-7).
LA MISION ENCOMENDADA A LOS APOSTOLES
(Lea Hechos 1:6-8). “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” Los apóstoles pensaban, como los demás judíos, que el Mesías los liberaría del yugo romano que dominaba a Palestina en aquella época. Creían que él restauraría el reino de Israel en la tierra. Por eso, preguntaron a Jesús en esa ocasión si estaba dispuesto a realizarlo.
Jesús respondió que al hombre no le estaba permitido conocer el momento en que el Padre realizaría los hechos que sólo dependen de su autoridad. Les aseguró a los discípulos que, al recibir el Espíritu Santo, ellos serían sus testigos desde Jerusalén hasta las partes más lejanas del mundo.
LA ASCENSION
(Lea Hechos 1:9-11). Mientras los discípulos observaban el regreso de Jesús al cielo, “una nube le ocultó de sus ojos”. Luego aparecieron dos mensajeros vestidos de blanco, que afirmaron que Jesús volvería de la misma manera en que se había ido. Esta es una de las muchas promesas de la segunda Venida de Cristo que se encuentran en el Nuevo Testamento.
LOS DISCIPULOS ESPERAN EN JERUSALEN
(Lea Hechos 1:12-14). Conforme a instrucciones previas de Cristo (Hechos 1:4), los discípulos volvieron a Jerusalén, donde se quedaron, aguardando que se cumpliera lo que Cristo les había prometido. Los que se reunieron para orar y esperar la llegada del “poder desde lo alto” (Lucas 24:49) fueron: los once apóstoles, algunas mujeres, y la madre y los hermanos de Jesús.
Hechos 1:14 muestra que Jesús tenía hermanos, y refuta la opinión bastante difundida de que María no tuvo otros hijos además de Jesús (Marcos 6:3).
MATIAS REEMPLAZA A JUDAS
(Lea Hechos 1:15-26). Cerca de 120 discípulos estaban presentes cuando se eligió el sucesor de Judas. No debemos deducir de esto que ése era el total de los discípulos, porque en cierta ocasión, después de su resurrección, Jesús apareció ante más de 500 discípulos a la vez (1 Corintios 15:6).
Los versículos 18 y 19 deben ser estudiados a la luz de Mateo 27:3-10, porque los dos pasajes se complementan. Cada autor incluye en su narración detalles que el otro no menciona, y al leer las dos, obtenemos la historia completa. En el caso de Judas, se ahorcó, y después, su cuerpo se desprendió de la horca “y todas sus entrañas se derramaron”.
Judas “adquirió un campo”, pero solamente en el sentido de que el campo fue comprado con dinero que Judas aportó. Fueron las treinta piezas de plata que recibió al traicionar a Jesús, y que luego devolvió a los sacerdotes cuando se dio cuenta del mal que había cometido. Este campo llegó a ser llamado “campo de sangre”. Evidentemente, había pertenecido antes a un alfarero, porque también se lo llama “campo del alfarero” (Mateo 27:7).
Pedro citó palabras de David (Salmo 69:25; 109:8) para mostrar la necesidad de reemplazar a Judas como apóstol. Afirmó que aquél que tomara el lugar de Judas debería ser un testigo de Cristo desde su bautismo hasta su ascensión. Es evidente que no hay nadie hoy que reúna las condiciones que se necesitaban en aquel momento para ser uno de los doce apóstoles de Cristo, porque ningún hombre de este siglo puede haber estado con el Salvador durante los años en que enseñó al público.
Solamente dos hombres fueron considerados para llenar el vacío dejado por Judas, probablemente porque fueron los únicos que reunían las condiciones necesarias. El grupo oró para que el Señor revelara su elección, con las palabras: “muestra cuál de estos dos has escogido”. Reconocían a Dios como el gran conocedor de corazones (Salmo 139:1-2; 1 Crónicas 28:9; Jeremías 17:10).
El método común de echar la suerte consistía en escribir los nombres en piedras o madera, ponerlos en un recipiente y sacar uno de ellos. Echar la suerte era una antigua práctica que había sido común entre los judíos desde los días de Moisés. Mediante este procedimiento, por ejemplo, se distribuyó la tierra entre las tribus de Israel (Números 26:55).
En este caso, los discípulos echaron suertes para que Dios les mostrara su elección. Así se escogió a Matías. Nada más se sabe sobre la historia de Matías, el elegido de Dios, excepto que fue contado entre los apóstoles (Hechos 1:26). En Hechos 2:14, leemos que Pedro se levantó con los once apóstoles, entre los cuales tenía que figurar el apóstol Matías.
RESUMEN DE LA PROXIMA LECCION
El período de espera terminó con el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Pedro, guiado por ese Espíritu, predicó el primer sermón evangelizador después de la muerte y resurrección de Cristo, el cual dio como resultado la conversión de tres mil personas. El estudio de ese discurso, que se encuentra en la próxima lección, le resultará sumamente interesante y valioso.
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